-La Procesión Mariana

 


Como culminación del Congreso Mariano Hispano Americano, se organizó una Procesión Pública Mariana presidida por la Virgen de los Reyes, en la que procesionaron imágenes de la Virgen con distintas advocaciones, especialmente veneradas durante la época del Descubrimiento, y que estuvieron presentes en la evangelización de América, entre las que destacaban, la de la Victoria de parroquia de Santa Ana, venerada por Magallanes antes de su partida; la del Buen Aire del Palacio de San Telmo y que dio nombre a la capital argentina; o la Inmaculada llamada “la Sevillana” de la iglesia de San Buenaventura, cuyo culto fue llevado a América por los PP. Franciscanos; así como la Virgen de la Merced, donada por San Fernando a San Pedro Nolasco y cuya advocación fue llevada al Nuevo Mundo por los Mercedarios; la imagen de gótica de Ntra. Sra. de la Hiniesta, patrona de Sevilla y una de las veneradas en la época del Descubrimiento; y varios simpecados como el de la Virgen de la Antigua, ante la que Cristóbal Colón oró en la Catedra; de Ntra. Sra. del Coral, venerada por Sebastián Elcano, y de Rocamador.

Como en otros apartados, que sobre el Congreso Mariano se trata en este estudio, para la redacción de la Procesión Mariana, se han utilizado la información recogida en la Crónica Oficial del Congreso Mariano Hispano-Americano de Sevilla 1929,[1] así como la aparecida en la prensa local, principalmente en El Correo de Andalucía,[2]

A las cinco de la tarde del domingo 19 de mayo, y tras una ajetreada mañana en la que se había celebrado la sesión de clausura del Congreso, y posteriormente un almuerzo de gala en el Palacio Arzobispal, a los prelados y autoridades sevillanas, salía por la puerta de San Miguel de la Catedral de Sevilla, la comitiva de la que formaban parte más de doce mil personas entre sacerdotes, seminaristas, cofrades, miembros de diversas congregaciones y asociaciones religiosas, militares y representaciones de los países hispanoamericanos.

Desde mucho antes de la hora prevista para el inicio de la Procesión, los alrededores de la Catedral y las calles adyacentes, se vieron tomadas por un inmenso gentío, pues aparte de los componentes de las asociaciones, hermandades, cofradías y congresistas, se había reunido una multitud de espectadores para presenciarla, cuyo número llegaba hasta casi los trescientos mil.

La organización de esta impresionante comitiva, estuvo a cargo del comandante de Estado Mayor Fernando Amaya, el cual había confeccionado planos con la situación que debían ocupar, antes de la salida, las diferentes comisiones civiles, religiosas y militares, y que se hicieron públicos a través de la prensa para una mejor orientación de los participantes.

Para ello se clasificaron en cuatro grupos:
I.- Extranjeros. Formado por congresistas y miembros de asociaciones americanas, cuyo lugar de concentración fue la parroquia del Sagrario,
II.- Españoles no andaluces. Constituido este grupo por las representaciones venidas de todas las regiones españolas, y cuyo lugar de reunión fue el Patio de los Naranjos.
III.- Andaluces. Que constituía el grupo con mayor número de concurrentes, por lo que se habían dividido en dos subgrupos. Los todos los andaluces, menos los de Sevilla, cuyo punto de reunión era la plaza del Cardenal Lluch, hoy Plaza Virgen de los Reyes. Y solo los sevillanos, cuyos lugares de concentración eran la calle Mateos Gago, para las cofradías de penitencia; la Plaza del Triunfo, para las hermandades de gloria, y la calle Fray Ceferino González, para las Juventudes Marianas de Sevilla. Los colegios católicos sevillanos se situaron la nave del Lagarto. A los participantes sevillanos, se le pedía que solo trajeran sus estandartes y banderas, sin insignias ni cera.
IV.- Pasos y simpecados, comisiones de escolta, clero, autoridades y presidencia. Los ocho pasos y los tres simpecados de las diferentes advocaciones marianas, así como las comisiones que acompañaban a estos, y los caballeros, órdenes militares, grandes cruces y maestrantes, se reunieron en la Catedral, donde mediante grandes carteles colgados en las verjas, se les indicaba sus lugares de reunión.

Los pasos y simpecados se encontraban situados en los siguientes lugares dentro de la Catedral:

Ntra. Sra. de la Victoria, delante de la capilla de San José.
Ntra. Sra. del Buen Aire, delante de la capilla de San Hemenegildo.
Simpecado de Ntra. Sra. del Coral, entre los dos primeros pasos.
La Inmaculada, en la capilla de la Antigua.
La Virgen de la Merced, en la capilla de la Gamba.
Simpecado de Ntra. Sra. de Rocamador, delante del monumento a Colón.
La Virgen de Guadalupe, delante de la capilla de la Piedad.
Ntra. Señora de la Hiniesta, en la capilla de los Cálices.
Simpecado de la Virgen de la Antigua, en la Sacristía Mayor.
Ntra. Sra. de la Sede, también delante de la Sacristía Mayor.
La Virgen de los Reyes, en su Capilla Real.

Plano con la ordenación general de la procesión publicado en El Correo de Andalucía, 17 de mayo de 1929, p.4.

Los pasos, por voluntad expresa del cardenal Ilundain, no fueron llevados a hombros, como es costumbre, sino montados sobre ruedas, colocados sobre chasis de automóviles, que rodaban suavemente guiados interiormente por un hombre, y empujados por servidores situado en casa uno de los extremos.

La comitiva salió de la Catedral por la Puerta de San Miguel y entró por la Puerta del Baptisterio, tardado en realizar el recorrido, de 2.800 m., dos horas, estando todos los balcones de la carrera adornados con colgaduras y atestados de personas. Se iniciaba el recorrido por las calles Primo de Rivera y Reina Mercedes, actual avenida de la Constitución, hasta llegar a la Puerta de Jerez, entonces Plaza de la Virgen de los Reyes; giraba a la derecha para tomar la calle Almirante Lobo, pasando por una lateral del Hotel Cristina, para continuar por el Paseo de Colón, hasta la intersección de la calle Reyes Católicos, por donde continuaría su recorrido; en este lugar, cerca del Puente de Triana, se instaló una de las tribunas para congresistas y un tablado, cubierto de ricas alfombras de la Catedral, donde los “Seises” cantaron e interpretaron uno de sus bailes.

Continuó la procesión por la calle San Pablo, hasta la Plaza de la Magdalena, para tomar por la calle O’donell hasta la Plaza de la Campana, y continuar por la calle Sierpes, para desembocar en la Plaza de San Francisco, donde también se habían montado unas tribunas para los congresistas y otras para el Ayuntamiento, y donde volvieron a ejecutar sus bailes de los “Seises”. Tras bordear el edificio del Banco de España, siguió la comitiva por las calles Cánovas del Castillo y Gran Capitán, actual avenida de la Constitución para entrar en la Catedral.

Plano con el recorrido de la Procesión publicado en El Correo de Andalucía, 16 de mayo de 1929, p.5.

Abría la marcha un escuadrón de la Guardia Civil con trompetas, seguidos de la Cruz Patriarcal de la S.I. Catedral acompañada por acólitos, banda y coro del Hospicio Provincial interpretando el himno del Congreso, y alumnos de primaria y secundaria de los colegios católicos de los Salesianos, Escolapios, Jesuitas, San Antonio de Padua, San Luis Gonzaga, etc., y a continuación el paso de Ntra. Sra. de la Victoria, que fue venerada por Magallanes, y ante la que se postraron Elcano y sus compañeros al regresar de la circunnavegación de la Tierra, precedido por marineros con cirios encendidos y escoltada por una sección del cañonero “Laya” y marinos trianeros, así como congresistas y asociaciones marianas. Iban también detrás numerosos cargadores del muelle y los congresistas trianeros.


Paso de la Virgen de la Victoria, escoltada por marinos del cañonero Laya (foto de intenet). Y Ntra. Sra. del Buen Aire en su paso acompañado por los seminaristas. (Ilustración de la Crónica Oficial del Congreso Mariano Hispano Americano).

Seguían después, precediendo al segundo paso, los colegios religiosos de Jerez de la Frontera; la hermandad de la Virgen del Águila y otras asociaciones de Alcalá de Guadaira, con insignias y estandartes; y Asociaciones y Congregaciones Marianas de América, presididas por la de Chile, a cuyo frente iba el ex Ministro de Relaciones exteriores de aquella República, Alfredo Barros; hermandades de Jerez de la Frontera y de Cádiz. Seguían los seminaristas de Sevilla con el paso de Nuestra Señora del Buen Aire, que dio nombre a la capital de la República Argentina, y que veneraba en la capilla del Palacio de San Telmo, donde radicaba el Colegio de Mareantes, antes de convertirse en el Seminario Diocesano, aunque inicialmente fue un altorrelieve tallado por Juan de Oviedo en 1600 para el retablo del Hospital de la Universidad de Mareantes de Triana, que al trasladarse esta institución a San Telmo, el imaginero Pedro Duque Cornejo consiguió de manera muy acertada convertirla en 1725 en imagen de bulto redondo. Su extraña advocación, al parecer de origen sardo, está en el origen del nombre de la mayor ciudad de lengua española de continente americano.

El paso que portaba esta imagen, son las andas utilizadas en el Corpus para portar a Santas Justa y Rufina, siendo alumbrado con candelabros de plata, con grandes cirios y adornados de ramos de flores, y la bella imagen de la Virgen, portaba en su mano derecha un barquito de plata sobredorada.

A continuación la Hermandad del Rosario de Almonte, la de Carrión de los Céspedes, la de la Soledad de Camas, la de Santa Cruz y otras de Écija; las Asociaciones de Coria del Río, las de Lebrija, y la de Jesús Nazareno de Cádiz, la hermandad de Ntra. Sra. de Setefilla, de Lora del Río, la de la Concepción, de Castilleja de la Cuesta, los Caballeros de la Inmaculada, de Córdoba, y otras varias asociaciones de dicha capital; la Sacramental de Aznalcóllar, la del Carmen de Paterna del Campo, todas las hermandades de Alcalá del Río, la de Nuestra Señora de Aguas Santas de Villaverde del Río, la del Rocío y la de Ntra. Sra. de la Caridad, de Sanlúcar de Barrameda, la de la Medalla Milagrosa, de Morón de la Frontera, la de la Estrella, de El Garrobo, y los Luises del Puerto de Santa María. Le seguía el estandarte de Nuestra Señora del Coral, de la parroquia de San Ildefonso, rodeada de grandes faroles llevados por varios seminaristas. La Virgen del Coral, es una pintura mural, que se encuentra en dicha parroquia, siendo de la época de la Virgen de la Antigua, de la Catedral, y de la Virgen de Rocamador, de la iglesia de San Lorenzo. Las tres gozaron en tiempos del Descubrimiento de una gran devoción popular.

Tras ellos procesionaban las asociaciones de la Milagrosa, Estanislao y Luises de Málaga y Granada; las hermandades de Mairena del Alcor, la del Santo Cristo de Torrijos de Valencina de la Concepción, y todas las de Constantina, con la Juventud Católica y su Arcipreste al frente de todas. Después iban las hermandades de la Virgen de Aránzazu de Vitoria, la de Ntra. Sra. de Begoña de Bilbao, presidida por Esteban Bilbao, Presidente de la Diputación de Vizcaya, y otras varias Asociaciones de San Sebastián, Fuenterrabía, Valmaseda y Bilbao; que eran seguidos por los congresistas gallegos.

Pintura del antiguo simpecado de la Virgen del Coral de la parroquia de San Ildefonso. (web del Arzobispado de Sevilla)

Continuaban luego las hermandades de penitencia de Sevilla, figurando en primer lugar la de la Sagrada Cena, después la de San Julián y la de San Roque. Iba seguidamente el paso de la Inmaculada Concepción, de la iglesia de San Buenaventura, llamada "la Sevillana", con magníficos candeleros con cirios y hermosos ramos de flores naturales, rodeada por la comunidad de padres franciscanos, que fueron los que difundieron, en continente Americano, la devoción a la Purísima.

La Inmaculada llamada “la Sevillana”, saliendo de la Catedral. (Ilustración de la revista Mundo Gráfico, de 29 de mayo de 1929)

Tras el paso de la Inmaculada, continuaba el cortejo formado por miembros de las hermandades de penitencia de la cofradía de la Virgen de la Estrella de Triana, la de San Juan de la Palma, la del Cristo del Amor, la de las Penas, de las Aguas entonces en San Jacinto y la del Museo. Seguía después una nutrida representación de los Luises, de Barcelona, los Congregantes de Pamplona, los de Aranda de Duero, las Archicofradías del Corazón de María de Zafra, Barcelona y Madrid con sus diversas secciones, y la de Gibraltar; los PP. Paúles de Madrid, para a continuación situarse el paso de la Virgen de la Merced del Convento de la Asunción, artísticamente adornado con jarrones de plata con flores y numerosa y rica candelería con velas. Esta imagen, donada por San Fernando a San Pedro Nolasco, cuyo culto fue llevado a América por los religiosos mercedarios.

El paso de la Virgen de la Merced del Convento de la Asunción, iniciando su recorrido tras salir de la Catedral. (Ilustración de la Crónica Oficial del Congreso Mariano Hispano Americano)


Estandarte de gala de la Virgen de Rocamador, de la parroquia de San Lorenzo. (web de la hermandad de la Soledad)

Seguidamente desfilaron los Luises de Salamanca, Burriana, Castellón y Valencia, y la Legión Católica de esta última ciudad, y los Caballeros del Pilar de Madrid. A continuación las nutridas representaciones de las hermandades de penitencia de Sevilla del Cristo del Buen Viaje de San Esteban, de San Benito, de la Bofetada, la de San Nicolás, de Santa Cruz, la de San Bernardo, del Cristo del Buen Fin, de los Panaderos, del Cristo de Burgos, de las Siete Palabras, de la Sagrada Lanzada, del Sagrado Decreto, de los Negritos, de las Cigarreras, la de Santa Catalina, la de Monte Sión, de la Quinta Angustia, de la Coronación, de Ntro. Padre Jesús de la Pasión, la de San Román de los Gitanos, de la Esperanza de Triana, y la del Calvario. Tras esta amplia representación cofradiera, que portaban sus respectivos estandartes, se situaba el estandarte de Ntra. Sra. de Rocamador, escoltado por los congresistas navarros, cántabros y asturianos

Se trata esta advocación de procedencia francesa, cerca de Burdeos, y proviene de las reliquias de San Amador en cuyo lugar hay una Virgen sobre una roca. La Virgen de Rocamador, de la iglesia de San Lorenzo, es mural, al igual que la de la Antigua y la del Coral, siendo todas ellas de muy antigua devoción en la ciudad, en este caso fue traída por Alfonso X “el Sabio”.

El cortejo continuaba con otras hermandades de penitencia sevillanas, como la de la Esperanza Macarena, la de Jesús del Gran Poder, la del Silencio, de la Carretería, la Soledad de San Buenaventura, la Orden Tercera de San Francisco, la del Cristo de la Expiración de Triana, la de Ntra. Sra. de la O, la de San Isidoro, la de Monserrat, la de Santa Marina, la Soledad de San Lorenzo; también iban detrás de ellos, las hermandades de la Divina Pastora y del Rocío de Triana, la de San Martín, la de la Virgen de la Alegría, la Sacramental de San Bernardo, la Asociación de Luz y Vela, y la de Nuestra Señora de la Luz de San Esteban.

En un artístico paso, que lucía los ricos faldones y respiraderos del paso de la Custodia de Arfe de la Catedral en las solemnidades del Corpus Christi, iba el precioso cuadro de la Virgen de Guadalupe, de la Catedral, patrona de Méjico, enmarcado en el dosel de madera tallado y dorado de la Virgen de la Soledad, que la referida hermandad de San Lorenzo, utilizó en su salida procesional durante las Semanas Santas de 1923 a 1926. Este paso, que la prensa de la época calificó de muy original, iba adornado por claveles multicolores, estaba alumbrado por ricos candelabros y escoltado por congresistas de Extremadura, Castilla y Centro-América.

Paso con el cuadro de la Virgen de Guadalupe de la Catedral, sobre el dosel de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo. (Fototeca Municipal de Sevilla. Archivo Sánchez del Pando)

Seguían a este paso, componentes del Asilo de San Fernando, de la hermandad del Santo Crucifijo de San Agustín, de la Adoración Nocturna, del Apostolado de la Oración, de la Asociación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, los Caballeros del Pilar de Zaragoza, y una serie de representaciones de hermandades de gloria sevillanas, como la de la Virgen del Amparo, Nuestra Señora la Reina de Todos los Santos, del Rosario de los Humeros y la Milagrosa de la O de Triana; la Congregación del Corazón de María, de Sevilla y de Cartagena, y los Padres y alumnos del Reformatorio de San Hermenegildo, de Dos Hermanas, con su Schola Cantorum, cantando composiciones marianas delante del paso de la Virgen de Hiniesta, de San Julián, que era acompañado de los Curas Párrocos de la ciudad y adornado con profusión de lirios blancos y claveles, cuya imagen de antigua traza proclamaba su antigüedad y el patronazgo sobre la ciudad.

A este paso le seguían la Schola Cantorum de Jerez de la Frontera, la hermandad de la Virgen del Carmen, de Triana, los Estanislaos de Sevilla y los de Puebla de Cazalla, los Luises de Córdoba, los de Madrid, los Caballeros de San Fernando, las Juventudes Católicas de Sevilla y de Pilas, Estudiantes Católicos, Sacramental del Sagrario, Maestros Nacionales, presididos por el Director de la Escuela Normal, Academias de Bellas Artes y de Buenas Letras; bajo mazas, seguía la Universidad Literaria de Sevilla, con el Rector; Vicerrector y Decano de Medicina.


El paso de la Virgen de la Hiniesta de San Julián, a su paso por el Archivo de Indias. (Fototeca Municipal de Sevilla. Archivo Sánchez del Pando)

Detrás iba el estandarte de la Virgen de la Antigua, ante cuya imagen se postró Cristóbal Colón, que era portado por el capitán Guillén Tato, autor de la reproducción de la carabela "Santa María", y su comandante, acompañado de otros oficiales de la carabela, detrás el estandarte de Colón y el guión de los Reyes Católicos y una sección de desembarco de la nao con trompetas y tambores.


El simpecado de la Virgen de la Antigua, llevado por el capitán Guillén acompañado de la oficialidad de la “Santa María”, que portaban los guiones de desembarco de la carabela. (Revistas Nuevo Mundo y Blanco y Negro)

Seguía después un coro de cantores interpretando composiciones marianas. Detrás iban las Ordenes Militares, con sus elegantes y vistosos uniformes, figurando numerosos Caballeros de Sevilla, Madrid, Cádiz y Jerez de la Frontera; los Caballeros Grandes Cruces, la Comisión local organizadora del Congreso, con José María López Cepero, el Conde de Bustillo, Joaquín Hazañas, el Conde de la Torre de Guadiamar, Luis Amores Ayala y el Secretario general José de Vides. No participaron en la procesión el conde de Aguiar y el arquitecto Aníbal González, por encontrarse ambos enfermos.

Después seguían las Órdenes Religiosas, Doctrina Cristiana, Terciarios Capuchinos, Franciscanos, Agustinos, Carmelitas Descalzos y Calzados, Jesuitas, Misioneros del Corazón de María, Salesianos, Escolapios, Filipenses, Mercedarios, Trinitarios, Padres Blancos, Capuchinos, Franciscanos y Dominicos.

A continuación, iba el clero secular en gran número, con representaciones de toda España, y entre ellos aparecía las andas en que era llevada la imagen de Nuestra Señora de la Sede, titular de la S. I. Catedral, que hacía muchos años no salía procesionalmente del templo, por lo que produjo gran sensación contemplarla en la calle a la luz del día, llamando mucho la atención el manto bordado en plata que llevaba.

Imagen de Santa María de la Sede. (Internet)

Seguía la banda municipal de Sevilla, con uniforme de gran gala, los Beneficiados y los Canónigos de las Catedrales de España, con sus hábitos corales. Luego aparecían los "Seises", vestidos con sus trajes celestes del siglo XVII, y a continuación el paso de Nuestra Señora de los Reyes, sobre peana de plata y sillón de carey, luciendo el manto de tisú salmón bordado en oro y sedas, regalo de la duquesa de Osuna, y la corona de oro y piedras preciosas que le regaló el pueblo de Sevilla.


Los Seises precediendo el paso de la Virgen de los Reyes a la salida de la Catedral. (Ilustración de la Crónica Oficial del Congreso Mariano Hispano Americano).

El paso iba lujosamente exornado con candelería de plata y gran profusión de claveles rojos y blancos, estando rodeado por los Capellanes Reales, y tras ellos iba todo el personal de los Reales Alcázares, presididos por el Alcaide general Tavira.

El paso de la Virgen de los Reyes a la salida de la Catedral. (Ilustración de la Crónica Oficial del Congreso Mariano Hispano Americano).

Detrás del paso la Cruz Patriarcal y el Cabildo Catedral de Sevilla, seguido de todos los prelados que asistieron al Congreso, revestidos de Pontifical. A continuación, el Cuerpo Consular de Sevilla, con todos los representantes de las Repúblicas Americanas que se hallaban en la ciudad con motivo de la Exposición Iberoamericana, tras los cuales iba el Cardenal Ilundain, Legado Pontificio, revestido de Pontifical.

Al salir el Cardenal Legado de la Catedra, se produjo una formidable ovación, rindiendo armas las fuerzas militares y las bandas tocaron la Marcha Real, a la vez que de la Giralda repicaban todas las campanas, las baterías de artillería daban las salvas de ordenanza y los barcos de guerra anclados en el puerto hacían sonar sus sirenas, siendo un momento de gran emoción.

Detrás del Cardenal Ilundain, iban el Arzobispo de Granada, y el Nuncio de Su Santidad, seguidos por el Infante Don Carlos de Borbón, con uniforme de Capitán General, en representación de S. M. el Rey, y detrás los Caballeros Maestrantes de Sevilla, Comandante de Marina, el Clero Castrense, Comisiones militares, el Ayuntamiento y la Diputación Provincial, en pleno y bajo mazas, presididos por el Gobernador civil y el Alcalde. El Teniente de Alcalde Zbikowsqui, era portador de la bandera mariana de la ciudad, del siglo XVI, y cerraba la comitiva una sección de la Guardia municipal y un batallón del Regimiento de Granada, en traje de gala, con bandera y música.


El Cardenal Ilundain, Legado Pontificio, revestido de Pontifical, presidiendo la Procesión Mariana a la salida de la Catedra. (Ilustración de la Crónica Oficial del Congreso Mariano Hispano Americano).

En el momento que se producía la salida de la presidencia de la Catedral, la cabecera del cortejo se encontraba en la Campana, el cual se había comprimido lo máximo posible, gracias a las órdenes dadas por el organizados, que evitaba así que se encontraran en la Catedral ambos extremos.[3]

El recorrido de la procesión fue ordenado y solmene, siendo muy emotivo principalmente durante el paso por el Paseo Colón, donde se habían instalado una tribuna, en la parte del río, desde la calle Dos de Mayo hasta la altura del Puente de Isabel II, cubiertas con la bandera concepcionista. Esta enorme tribuna, estaba destinada a acoger distintas congregaciones marianas de señoras de todo el país, y algunas de las americanas, que portaban sus estandartes, banderas y simpecados, habiéndose calculado un total de casi doscientas representaciones, que entonaban cantos a la Virgen, que eran contestados por los que formaban la comitiva. Así como a la llegada del paso de la Virgen de los Reyes al estrado levantado en la confluencia del Paseo Colón con la calle Reyes Católicos, delante del edificio que fuera de la Asociación Sevillana de Caridad, donde los Seises bailaron La Vara de Jessé, de Muñoz y Pavó, con música del maestro Torres.

El paso de la Virgen de los Reyes en su transcurrir por el Paseo Colón, a la derecha se aprecia la tribuna instalada para las congregaciones marianas de España. (Archivo ABC)

El desfile transcurrió por las calles previstas en el itinerario, durante el cual, el público congregado en el mismo, tributó continuas muestras de cariño hacia el Cardenal Ilundain, que era aclamado constantemente.

En la calle Sierpes entró el final del cortejo a las ocho y media, llegando a la Plaza de San Francisco a las nueve, donde nuevamente se produjo uno de los momentos más emocionantes de la procesión. La plaza lucía el mismo exorno que durante la mañana del Corpus, y en la fachada del Ayuntamiento, decorado con un cuadro de la Inmaculada, se levantó una tribuna para autoridades, y miembros femeninos de la nobleza, y un tablado donde los Seises volvieron a ejecutar sus bailes al paso de la Virgen de los Reyes interpretando las tradicionales canciones Estrella de la mañana y Más dulce que la miel.

A las nueve y media de la noche, hizo su entrada por la puerta del Baptisterio la presidencia de la procesión con el Cardenal Legado y su acompañamiento, que trasladados al altar mayor de la Catedra, cantó un solemne Te-Deum finalizando así esta Procesión Mariana.

Como resumen de los vivido ese día, la Crónica Oficial del Congreso dejó escrito estos sentimientos:
“Jamás Sevilla ha contemplado acto más grandioso y más emocionante al mismo tiempo, pues los alegres repiques de las campanas de toda la ciudad, las salvas de artillería, las marchas triunfales de las bandas de música y cornetas, las sirenas de todos los buques surtos en el puerto, los vítores entusiastas, las aclamaciones fervientes, los atronadores aplausos, en incesante sucesión, los cánticos sagrados, las letrillas piadosas, los cantos marianos populares y todo cuanto quiso la Santísima Virgen María que resplandeciese con caracteres de inmenso e insuperable resalte, formaban un conjunto tal, que los corazones de todos, sin excepción alguna, latían al unísono palpitando de santo entusiasmo, lágrimas abundantes bañaban los ojos de los que iban en la gran Procesión y en los de los que la contemplaban atónitos, y hacían repetir esta hermosa frase del precioso himno del Congreso: -Que tan sólo en el cielo te aman mejor-."

El Legado Pontificio, Cardenal Ilundain, durante su paso por la calle Almirante Lobo, en la comitiva de la Procesión Mariana. (foto de Serrano publicada en la revista Nuevo Mundo, 24 de mayo de 1929)


NOTAS
[1]. Crónica Oficial del Congreso Mariano Hispano-Americano de Sevilla 1929. (1930) Madrid. Imprenta Sáez Hermanos.
[2] . Distintos artículos aparecidos en El Correo de Andalucía, de Sevilla, del 9, 16, 17, 18, 19, 21 y 22 de mayo de 1929.
[3] . El recorrido de la procesión. El Noticiero Sevillano, de Sevilla. 21 de mayo de 1929, p.6.

2 comentarios:

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  2. Hola Marita, cuando quieras puedes escribirme a mi correo: jujoca1340@gmail.com

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